Un lector de este Xornal nos dice ¡ metisteis la mano en un avisPPero en donde la avispa reina tiene aún más veneno !, más que curiosa la expresión.

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COLUMNA | 25 Diciembre 2021 | 4978 votos | Correo electrónico | Imprimir

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Nido de avispas (1970) Nido de avispas es una película dirigida por Phil Karlson, Franco Cirino con Rock Hudson, Sylva Koscina, Sergio Fantoni, Giacomo Rossi-Stuart,...+

Ejemplos de uso de La maldad humana en una oración y sus traducciones; Frank siempre solía hablar sobre el problema de la maldad humana. Es triste, pero la maldad humana es una experiencia cotidiana. ¿Está seguro que quiere una muestra completa de la maldad humana?, gotas de veneno carcomen la rutina de los seres humanos, Hannah Arendt se consideraba a sí misma una teórica política más que filósofa. Lo que Hanna Arendt no consideró en la ecuación fue lo que el sistema no pondera, es decir, la cuota individual de disfrute por el mal ajeno en el ascenso a los puestos de poder. Los testigos de ese sádico espectáculo podemos declarar que ese proceso es cruel y descarnado. El resultado demuestra lo impresionable y la obediencia de la gente cuando se le proporciona una ideología legitimadora y apoyo institucional. También ha sido empleado para ilustrar la teoría de la disonancia cognitiva y el poder de la autoridad. Esas pequeñas gotas de veneno que carcomen en silencio la rutina diaria del poder, “el efecto lucifer” proviene de la capacidad de la mente humana en conducir a gente ordinaria, incluso buena, por el camino del mal si el entorno lo permite, y este que sucribe, es muestra viva de los intereses que hay detrás de Feijóo...

Es una de las figuras más importantes del pensamiento político del siglo XX. A la filósofa que no quería que la llamaran filósofa, la filosofía la atrapó en la adolescencia. Hannah Arendt reflexionó acerca del totalitarismo, el holocausto y las circunstancias que pueden llevar a un ser humano «normal» a cometer atrocidades, y dejó para la historia su teoría de la banalidad del mal. Ella lo sintió de cerca: era judía, huyó de Alemania y de un campo de concentración en Francia, y fue testigo del juicio contra uno de los responsables del exterminio. La vida y sus paradojas hicieron que años atrás se enamorara del que llegó a ser el «filósofo del nazismo». El periodista Miguel Delgado esta bajo el asedio, la persecución propia de la banalidad del mal, la razón dejó paso a la maldaz y veneno humano, la historia se repite con más inteligencia y veneno del mal, cuyo rastro ya esta puesto en conocimiento de toda Europa ante lo que pueda pasar....sigue..+

 El 11 de mayo de 1960, en Argentina, donde vivía bajo la identidad falsa de Ricardo Klement. «Ich bin Adolf Eichmann», yo soy Adolf Eichmann, les dijo a sus captores. Lo retuvieron durante nueve días, lo drogaron y lo deportaron saltándose las leyes. Tenía dos opciones: morir o ser juzgado en Jerusalén. Y tuvo las dos: primero el juicio, en el que fue sentenciado a la horca, y así murió el 31 de mayo de 1962, en Tel Aviv.

En aquella primavera de 1961 en Israel, con Eichmann sentado ante el juez, estaba Hannah Arendt, siguiendo el proceso como corresponsal de la revista estadounidense The New Yorker. Y allí surgió su banalidad del mal, imprescindible en la historia del pensamiento, en su relato sobre el juicio y la personalidad del acusado que luego acabaría adoptando forma de libro: Eichmann en Jerusalén, al que puso el subtítulo de Sobre la banalidad del mal.

La banalidad del mal, ese concepto que afirma que personas capaces de cometer grandes males o atrocidades pueden ser gente aparente y perfectamente «normal».

¿A nosotros nos suena? ¿Nos parece un pensamiento muy vivo, ¡¿quién lo iba a decir?! después de 45 años en la profesión de la Libertad de Expresión que se incumple en Galicia la totalidad del Artículo 20 de la CE, Artículo 11 de la UE y el de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su Artículo 19. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión..

Quien lo iva a decir, que la institución obligada a su cumplimiento, defensa y legalidad, sea la que pretenda por todos los medios a su alcance meternos en la cárcel para evitar que podamos ejercer la Libertad de los derechos a la Información y denunciar la corrupción.

Pensemos en las decenas de altos cargos públicos, políticos, oposición que no se consideran culpables de forma individual de un mal colectivo, aunque hayan participado o formado parte de alguna manera en él, que piensan que sus actos son solo un insignificante grano de arena, que únicamente obedecen y ejecutan los planes trazados por «los de arriba».

Pensemos en los que se ven a sí mismos como un mínimo eslabón sin poder de decisión y, por tanto, sin responsabilidad en una cadena mucho mayor en la que hay otros por encima que son los que deben rendir cuentas y dar explicaciones.

El concepto de la banalidad del mal surgió en su relato sobre el juicio y la personalidad de Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS nazis y responsable de las deportaciones que acabaron con la vida de millones de judíos, algo que sigue muy presente en todos aquellos/as que de alguna forma se consideran víctimas del Gobierno de Feijóo.

Aquel 11 de abril de 1961, Adolf Eichmann, el «arquitecto del holocausto», el nazi que favoreció, propició y permitió la muerte y el sufrimiento atroz de millones de personas, no se sentía culpable ni responsable de semejante horror. Él se veía a sí mismo inocente y así se declaró. Él hacía su trabajo. Nada más. No pensaba, no planificaba, no construía. «Mi cometido era solo de técnico de transportes», se defendía.

La Xunta a través de sus altos cargos, afirman en sede judicial, soy la responsable, pero solo como cargo técnico la culpable es la institución...

Eichmann, relata Arendt, no respondía a los rasgos de un monstruo ni de alguien mentalmente enfermo. Su motor no fueron la locura ni la maldad, sino funcionar dentro de un sistema establecido basado en el exterminio. Otros dicen qué y cómo y yo lo hago. Punto. Eichmann, dice Arendt, hizo lo que hizo actuando como un burócrata, como un simple ejecutor, como una marioneta banal, solo guiado por el deseo de hacer lo que debía, lo que estaba estipulado. No tenía sentimiento del «bien» o el «mal» en sus actos, señala Hannah.

«La filósofa dibujó un minucioso retrato de Eichmann como un burgués solitario cuya vida estaba desprovista del sentido de la trascendencia, y cuya tendencia a refugiarse en las ideologías y a aplicarla hasta el final.

Para Arendt, Eichmann no actuó movido por la locura ni la maldad, sino que trabajó y funcionó dentro de un sistema establecido basado en el exterminio.

Juzgado y condenado a la horca, ese fué su final.......

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